Crucero por el Caribe en Catamaran con tripulacion.
Era difícil imaginar que un barco pudiera ofrecer tanta comodidad, pero tuve la sensación de estar en casa o mejor dicho, la sensación de que mi casa flotaba en medio de un maravilloso mar azul turquesa rodeado de un inmenso jardín de palmeras y selva verde salpicado con flores magentas y cubierto por un enorme cielo azul que al atardecer se tiñe de rojo fuego.
Todo este sueño se hizo realidad a bordo del , un catamarán de 60 pies que alquilamos a nuestro broker de confianza Aproache Yachting.
En la isla de Martinica nos esperaba la tripulación (capitán, marinero y azafata) uniformados de blanco inmaculado con un delicioso cocktail de bienvenida al que sería nuestro hogar en los próximos días.
Nuestra nueva casa flotante tenía cinco camarotes dobles con baño, aire acondicionado, TV, DVD, e mail y un sinfín de accesorios que íban a sernos muy útiles en estas latitudes (un Kayack, equipo de pesca y snorckel, windsurf, colchonetas flotantes, dinghy para hacer esquí acuático y otro pequeñito para dar paseos en solitario, etc) todo esto sin olvidar nuestras magníficas “terrazas”- solarium (os recomiendo las redes de proa, por el día te das un baño de sol mientras navegas y el agua te salpica y por la tarde contemplas los colores que cuando el sol se va ocultando componen un cuadro impresionista).
Hasta el más mínimo de los detalles había sido cuidadosamente dispuesto. Nuestra única obligación iba a ser disfrutar como niños en este maravilloso paraíso.
Partimos hacia Santa Lucía, como cada mañana despertamos con el humeante aroma del bacon, los huevos, el café y el pan recién horneado por nuestro cocinero.No imaginaba que el desayuno en cubierta, mientras el sol se despereza y comienza a asomar entre las montañas es algo tan relajante.
Habíamos llegado a Marigot Bay, una bahía donde la selva muestra lujuriosa todas sus galas, árboles milenarios, palmeras esbeltas y un mar verde brillante que invita al baño.Dos montañas gemelas (las pitones) se alzan majestuosas sobre el mar.
Al mediodía un tentempié a base de soufflé de queso, ensalada de aguacate y filetes de salmón con limón muy bien acompañado por un magnífico vino blanco helado.
Por la tarde nuestro marinero nos acompañaría de excursión por la selva, un camino estrecho y frondoso que serpentea hacia la cima de la montaña. Caminábamos a buen ritmo escuchando los sonidos de la selva: el crujir de la vegetación bajo nuestros pies, el piar de los pájaros,… el ambiente era mágico.
Por la noche la fiesta continuó, esta vez en tierra. Todos los viernes del año organizan en el pueblo una fiesta, las callejuelas se llenan de gente, de música, de puestos de comida, y de color, es un pequeño carnaval al que es imposible resistirse…
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