El día siguiente lo dedicamos a hacer turismo por Bodrum , Sefa se ofreció a llevarnos de excursión en su coche. La primera parada la hicimos en una playa cercana a Bodrum donde se celebraba una regata de láser. La siguiente parada fue en un pueblecito de pescadores situado a unos 5 kilómetros, por el camino encontramos algunas casas dispersas entre la vegetación típica de la zona, olivos, higueras y demás flora mediterránea. Las casas blancas, de dos alturas tenían un pequeño huerto. De vez en cuando una mezquita asomaba entre las demás construcciones o se alzaba en lo alto de una montaña.
Paramos a comer en el pueblo de pescadores, en un pequeño restaurante con las mesas situadas al borde del mar. Lucía un magnífico sol pero soplaba viento así que el camarero muy solícito se apresuró a improvisarnos unos chales con unos manteles de colorines. Comimos pulpo y un guiso de pescado delicioso. Muy tipico de la costa de Bodrum
Tras la comida visitamos una granja situada tierra adentro, entre montañas y grandes praderas de hierba salpicadas de árboles frutales, allí degustamos un aromático té de tomillo y unos cafés turcos.
De vuelta al centro Bodrum hicimos unas compras en un pequeño bazar donde se podían encontrar kilims, alfombras, cuero, lámparas y cientos de productos de imitación tan típicos de estos mercados de Turquia.
El tercer día salimos de nuevo a navegar. Creo que era la primera vez que no tenía que madrugar para colaborar en la suelta de amarras en levar el ancla y demás tareas náuticas del sufrido charterista. Esta vez nos mecíamos acurrucados en nuestras inmensas camas mientras se oía a los marineros izar las velas en cubierta, esta goletas , y son bastante pocas en Turquia usan las velas siempre que hay un poco de viento, eso es muy raro aqui, pero en Aproache conocen perfectamente todos los barcos y pueden asesornos muy bien . Cuando me desperté el desayuno estaba listo, como cada mañana no faltaba de nada: zumo de naranja recién exprimido, quesos, fiambres, tomates,pepino , aceitunas, huevos escalfados, tostadas con miel y mermelada y café.
De vuelta al camarote lo encontré impecablemente arreglado, la cama hecha, el baño reluciente, la madera recién encerada olía a manzanas.Por el pasillo me crucé con el marinero- aprendiz que cubo en mano se dirigía a cubierta a limpiar los cristales
No dejaba de sorprenderme la tripulación, no se les oía, no se les veía, trabajaban sin hacer ruido y sin preguntarnos a cada rato si queríamos algo pero cada vez que esto ocurría aparecía uno de ellos como por arte de magia, trayendo un cenicero, un posavasos, una bebida…
Fondeamos para comer en una tranquila cala rodeada de vegetación, en Çökertme, tras la comida sesteamos en cubierta tumbados en las comodas colchonetas de cubierta, había otra goleta turca fondeada a escasa distancia de la nuestra. Eran dos familias con varios niños a bordo y un bebé de pocos meses, y es que definitivamente las vacaciones en goleta son una manera ideal de pasar unos días con la familia y los amigos disfrutando del mar pero con más comodidad que en nuestra propia casa (a no ser que dispongamos de cinco personas de servicio que además de atender a los adultos se encargan de los niños las 24 horas del día). El mar en toda esta costa es super tranquilo y muy protegido, no hay olas , y las goletas navegan serpenteando pegadas a la costa buscando siempre lo mas comodo para los clientes.
Hacía calor así que el marinero sacó la escalera real por estribor por si nos apetecía bañarnos, pero preferimos hacer un poco de ejercicio con el Kayak así que se apresuraron a bajarlo hasta el agua, eso sí antes habían secado el asiento que estaba algo mojado por la llovizna de la mañana.
Al atardecer bajamos a tierra y dimos un delicioso paseo entre olivos, campos de maíz y huertos plantados de tomates, lechugas, judías y salpicados de higueras. El cielo estaba muy azul. Encontramos una casa donde hacían alfombras y kilims, una mujer tejía hilos de colores en un telar mientras la abuela nos observaba sentada en una minúscula silla de paja. El marido nos enseñó la producción de alfombras todas de alegres colores. Después de regatear un rato le compramos una alfombra y varias fundas de cojines.
El capitán nos llevó luego a un chiringuito a orillas del mar donde degustamos unos rakis antes de volver a bordo.
Cuando regresamos estaba hambrienta, la cena ya estaba lista y la mesa puesta una vez más con sus manteles individuales, copas de cristal, vino fresquito,.. Al final nos íbamos a acabar acostumbrando a esta vida…
Por la mañana partimos hacia Yedi Adalar, dentro del grupo de las 7 islas, una zona donde la vegetación cubre las montañas sin dejar apenas claros hasta el borde del mar, el día es muy soleado y el solarium está muy concurrido. Comemos ensalada, patatas con cordero, sopa de yogur con pepino y spaghetti con eneldo, aceitunas negras y queso fresco. Delicioso y sano. Mañana iremos a Ingiliz Liman (English Harbour, en honor a los barcos ingleses que estuvieron allí durante la II Guerra Mundial).
El día se levantó ventoso y muy soleado, perfecto para navegar. Llevamos 5 velas: génova, trinquete, mayor, yankee y mesana, todos colaboramos en el izado. Navegar en goleta me pareció muy diferente a la navegación en velero, resultaba más tranquilo pero igual de emocionante y más impresionante aún si cabe ver todo ese velamen desplegado al viento. Fue magnífico.
Fondeamos en Ingiliz Liman para comer. Durante el almuerzo a Iñaki le picó un mosquito y se le hinchó bastante el brazo. Lo cuento porque me extrañó que tras la comida el capitán saliera solo en el dinghy y desapareciera detrás de una de las islitas. Cuando regresó al cabo de unos minutos traía una pomada para la picadura de Iñaki…
Para entonces ya no me cabían más detalles en la lista…
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