A las 7, puntual como nos dijo, Richard nos trae pan, hielo y croissants. Salimos a recorrer la isla (de unos 8 Km ) en dinghy. Visitamos varios motu hasta llegar a uno donde hay una pensión, la de Jasmine.
Nos recibe la mismísima y oronda Jasmine, con su bikini amarillo, pareo rojo y negrísima cabellera. Su marido está cortando un enorme dorado con un serrucho. Viven en la pensión, compuesta por varias cabañas, en un lugar maravilloso rodeado de palmeras, buganvillas, flores blancas y mar turquesa. Reina la paz más absoluta. Nos ofrece lo único que tiene a estas horas, unos bocatas de jamón, tomate y ali-oli con una cerveza fresquita. Mientras comemos nos cuenta que las habitaciones dobles con media pensión cuestas 150 Euros x noche . Nos muestra orgullosa sus tesoros: una enorme caracola y un coral blanquísimo ovalado. Javier sopla a través de la caracola mientras nos hacemos fotos con Jasmine. Tras la parada salimos a nadar y encontramos unos chicos pescando peces globo, los tienen en la cubierta de su barca.
Nos acercamos a tierra y alquilamos unas bicis en el pueblo. Hay algunas tiendas de artesanía local donde se venden conchas, collares, pareos … Un grupo de mujeres ensaya bailes acompañadas por una banda de músicos, mueven los brazos adelante, arriba y en círculo hasta juntar las manos en el corazón, es una música muy suave.
Comienza a care la tarde mientras pedaleamos, paramos a hablar con un nativo que trabaja en su huerta, nos explica algo acerca de una semilla, nos habla de los mango y de otros frutales. Una piña crece sobre un lecho de hojas. Hay niños jugando en el campo, nos saludan al pasar, unos chicos regresan de pescar con un enorme atún. La vegetación es apabullante ,las casas están rodeadas de flores de mil colores: hibiscus, orquídeas, tiare, buganvillas,.. (por eso se llamó a estas tierras el archipiélago de las flores) .
Las palmeras dibujan su contraluz en la puesta de sol, una garza busca comida en la playa, los cangrejos (miles) se refugian en sus agujeros.
Tras el paseo repetimos cena en el restaurante de ayer, en la casa de al lado, una modesta construcción sustentada sobre cuatro pilotes, unos niños se preparan para irse a dormir, esparcen colchones por el suelo y se tumban mientras la hermana mayor toca el ouke-lele.
De vuelta al barco alguien ha dejado 6 collares de tiare en la mesa, es la manera de despedirse de Richard. Huelen muy bien… los dioses nos sonríen
Me despierto cuando clarea el día, desde la cama contemplo una pared verde, de palmeras.
Huele todo el barco a flores, el sol sale por detrás del motu cercano, estaré soñando tanta belleza?, ni un solo ruido, calma absoluta.
Desayunamos unos tomates magníficos con pan y jamón y zarpamos hacia Bora-Bora. Fondeamos cerca del restaurante Bloody Mary ya que ha comenzado a llover (el indio está negro) y así podremos bajar a tierra. Finalmente la tarde se despeja así que cambiamos el fondeo por otro en el otro lado de la isla, cerca de donde según las guías se ven las mantas gigantes, antes una breve parada en el Yacht club a poner gasoil y comprar hielo.
Fondeamos nuestro catamaran en medio del lagoon, con Bora Bora y sus motu rodeándonos, el último baño del día y un rato de música mientras contemplamos el atardecer en cubierta. Con la noche llegan las estrellas, miles, que adornan el techo de nuestra casa flotante. Javier nos prepara ensaladilla rusa y spaguetti con tomate. Charlamos en la bañera en medio de esta inmensa paz..
A las 7 salimos para ver las mantas. Una manta enorme nada cerca del catamaran , la seguimos un rato antes de lanzarnos al agua. Corales magníficos y cientos de peces de colores pequeños que parecen formar un collage en el mar turquesa.
Vemos rémoras, Javier opina que acompañan a un tiburón pero.. .no, escoltan a una gran manta que nada majestuosa cerca de nosotros. Son las reinas de los mares polinesios, tranquilas aletean su manto negro seguidas por su séquito.
A pocos metros vemos en la profundidad un numerosísimo grupo de rayas tigre, con motas. Van alineadas en perfecto orden formando un escuadrón de pilotos de caza. Impresionante.
Tras un aperitivo a bordo fondeamos en solitario en el otro extremo del lagoon. Tahaa se ve al fondo, detrás de un motu.
Las chicas vamos nadando hasta la playa, hay poco fondo y el agua brilla cristalina en esta gigantesca piscina. Unos cuantos turistas japoneses pasean por la orilla. La luz es fantástica, creo que el sol inventa colores con ella que sólo aquí se ven. Desde la orilla el ocre de la arena se convierte en turquesa y esmeralda y verde brillante en el agua del lagoon hasta acabar en azul oscuro alla donde empieza el océano y rompen las olas que forman parades de espuma blanca.
Los chicos nos recogen el el dinghy y vamos todos a bucear el los “jardines de coral”, por el camino vemos bastantes rayas nadando en solitario
Salimos hacia Tahaa, la vecina de Raiatea con quien comparte el lagoon . Nuevo intento de pesca inútil.
Tahaa es verde y montañosa, las olas se estrellan contra su arrecife levantando una gran nube de agua vaporizada que difumina la falda de las montañas y le da a la isla un aspecto misterioso…
La isla es maravillosa, parece la más montañosa.
Hacemos snorckel en una pecera fantástica , en uno de los brazos que el mar lanza hacia el lagoon. Durante el fondeo conocemos a Dora y Miguel, son de Madrid y llevan 3 años dando la vuelta al mundo. Tienen mucho que contarnos. Comenzamos por una copita de bienvenida mientras vemos la puesta del sol en su barco, el Océano VI.
Cenamos en tierra, en un restaurante regentado por una dama que parece una manta con pareo, muy simpática eso sí. La cena deliciosa: pez espada, gambas con curri, pescado crudo en ensalada con salsa de coco y langosta. De vuelta en el barco más historias , anécdotas y aventuras de nuestros amigos.
Dora me trae recetas de cocina (algunas suyas, otras de sus amigas navegantas) y su e mail. Durante el desayuno discutumos las opciones:ir a visitar la isla a ver la “marriage de la vainille” que día a día hacen en las plantaciones y que consiste en la fecundación de la planta hembra (ésta es la “isla de la vainilla”) y la otra es ir a bucear a un sitio cercano que tiene fondos espectaculares. Gana la segunda opción y fue una suerte porque merece la pena nadar entre tantos peces con esta luz, los corales son impresionantes, arbolitos, cerebros, bouquets, las anémonas y un tiburón punta negra. Damos de comer a los meros negros con motas azules.
Esta vez toca aperitivo en el Océano. Enorme despliegue, nos ofrecen vino blanco francés, paté de olivas y anchoas panameño, pan recién horneado. Charlamos de Colombia, Panamá, San Blas, Marquesas …del trueque, de el modo de vida de los indios ,.. el mundo se hace chiquitito y cabe todo entero en la bañera del barco. Por la tarde cambiamos de fondeo mientras cae el sol detrás de nosotros.
Antes de la cena Dora nos da unas lecciones de macramé y otros modos de hacer pulseras. Les ofrecemos spaguetti con foie y un rioja que les sabe a gloria.
Continuamos intercambiando historias, algunas increíbles, hablamos de las estrellas, de sus planes de viaje.. viven algo que muchos no se atreverían más que a soñar aunque no todo parece tan fácil.
Nos llega el aroma del desayuno que Dora nos ha preparado a modo de despedida. Arepas venezolanas con mermelada de mango casera (o naviera), pan recién hecho con aceite de oliva, lomo (de Salamanca, eso sí, lo trajo Dora en su última escapada a casa) y queso.. Miguel ha hecho zumo de papaya y café…
Nos tenemos que ir pero no nos despedimos, ahora que sabemos que el mundo es tan pequeño confiemos en vernos algún día en algún lugar del mar atracando junto a una boya…. Mientras tanto nos queda el mail.
Ponemos rumbo a la base parando antes para el último baño, el agua está deliciosa. Unos remeros entrenan para la regata de la próxima semana la Hawaiki Nui. Nos esperan los de Sunsail, satisfechos al comprobar que todo nos ha parecido perfecto.
También nos encontramos con unos amigos de Madrid, Maria Jose y Nacho que vienen de honeymoon, consejos rápidos y nueva despedida para salir pitando hacia Papetee . Nos alojampos en un estupendo hotel rodeado de palmeras y mar. Cenaremos en las roulottes del puerto, nos atiende un local chico-chica (será uno de los famosos mahu que retrataba Gauguin?), tras la cena vuelta al hotel tras concertar un taxi para mañana a las 6.
Antes de salir hacemos una rápida visita al pintoresco mercado de Papetee, conglomerado de puestos que ocupan los dos pisos de una gran nave multicolor. Los puestos se agrupan por mercancías: Frutas, verduras, especias, pescado, perfumes, jabones, cestos de mimbre, collares, pareos, tallas de madera, perlas y un sinfín de cosas más.
Se nos acaba el tiempo, nos espera un largo viaje hasta volver a casa aunque
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