Alquiler barcos Polinesia

Por Carmen Hernandez

 

Tras un largo viaje llegamos a la otra punta del mundo y allí estaba, puntual como siempre la jefa de base de Sunsail  que nos agasajó al estilo de estas tierras, con unos bonitos y aromáticos collares de flores blancas y rojas (tiare e hibiscus). La base, en Raiatea es un lugar privilegiado al abrigo del viento y rodeado de montañas. Nuestro catamaran  el Tourmaline nos aguardaba listo para zarpar.

Tras la compra dimos un paseo en dinghy por el río que serpentea alrededor de la selva, salpicado con flores magenta, niños desnudos bañándose, mujeres pescando, flores flotando en las tranquilas aguas, cocos, mangos y plátanos. El fondo es poco profundo, hay casas escondidas entre la frondosa vegetación de la que sólo sobresales las esbeltas palmeras, en la montaña crecen árboles con copas en escalera como los que ví en Seychelles.

Polinesia

Polinesia Raiatea

Alquiler barcos Raiatea

Explorando el rio en Raiatea

 

A las 5.30 ya es de día, sopla el viento como durante la noche, los gallos y los perros han madrugado y hacen ruido desde las .30. Desayuno yogur de vainilla y zarpamos al cercano motu de …. Un islote repleto de palmeras, el primer baño.

Javier se esmera en abrir un coco y tras romper dos cuchillos lo consigue. Tras el baño salimos hacia la otra marina a terminar las compras. Está en Uturoa, la segunda ciudad de Polinesia donde hay muchos catamaranes.

Las calles están sin asfaltar, lo más curioso: las flores que adornan cabezas y cuellos en hombres y mujeres. Lo más sorprendente: la gran obesidad.

Sacamos las velas, navegamos a 6 nudos, estrenamos la caña de pescar. Paramos en la isla de Toahotu, en frente está la de Mahaea. Por el paso de Toahotu se puede salir del lagoon e ir a Hiravaru, a la izquierda tenemos Tahaa. Son dos islotes pequeños, con palmeras rodeados de aguas clarísimas. El juego de azules es fantástico, oscuro, turquesa, verde esmeralda y blanco de las olas que rompen en los arrecifes.

Quedamos con Giuliano y su mujer, los dueños de un restaurante en moto Atara para que nos recojan en su barca a las 6.30. antes salimos a dar una vuelta en dinghy, exploramos el motu, conchas, palmeras y vuelta al barco probando un nuevo sistema : el pareo a toda vela.

Cenamos pescado crudo con ensalada, atún a la plancha, mapi-mapi con almendras y mantequilla y gambas al curri. Por la mañana te llevan al barco croissants y baguettes si se lo pides. Vuelta al barco, la noche está ventosa y lluviosa.

Tahaa

Gastronomia en Tahaa

 

 

Amanece soleado. Rumbo a Bora-Bora (sólo decirlo ya parece emocionante) Navegando hacia el sur de Tahaa, por dentro del lagoon buscando el paso SO (papai) de Tahaaa a mar abierto. Tenemos viento del SE, 15-20 nudos. Navegamos a vela, ciñendo. En Haamene está la Fundación Hibiscus para la protección de las tortugas, Leo el dueño tiene un restaurante frecuentado por los navegantes, los sábados organiza un espectáculo con música y bailes nativos. (precio: 60 euros) , un poquito turistada.

Dejamos atrás algún chubasco mientras nos acercamos a Bora-Bora, la rodea un arrecife y sólo tiene una entrada al lagoon. Las olas hacen surf sobre los arrecifes,como crestas blancas desmelenadas al viento, el agua está más turquesa que nunca. Vemos muchos barcos de pesca.

La entrada al lagoon es espectacular, la costa está repleta de palmeras que  majestuosas se azan en varias filas, detrás se esconde la montaña mágica, la cima borrada por las nubes dibuja el perfil de un guerrero mahorí descansando. Varios veleros se mecen en esta gigantesca piscina de aguas cristalinas, el mar está brillante plata, reluce bajo el sol que a esta hora comienza su declive. Algunos honeymooners hacen carreras en motos de agua otros pasean en Kayacs.  Un baño tras el fondeo, el agua está muy cálida. Aprovechamos lo que queda de sol para salir con el dinghy hacia la gran bañera que nos rodea, cristalina, se ven rayas grandes, una nos enseña la cola, no quiere ser molestada. Nadamos un buren rato y luego damos un paseo por la playa de cocoteros  de uno de los motus, llegamos a ella remando, sorteando los corales.

Atardece mientras charlamos en cubierta sobre cómo serían los primeros habitantes de estas islas.Hoy nuestro supercocinero Javier nos homenajea con unas deliciosas espinacas a la crema de coco y setas sitake con pasta, regamos la cena con un correcto vino italiano. Hay mucho movimiento de peces alrededor del barco, la noche está ventosa.

 

A las 6.45 salimos hacia el pueblecito de Vaitape, capital de Bora-Bora. Es Domingo  y se ve poca gente en la calle. Hay puestos de frutas improvisados debajo de los árboles donde venden bananas, taro (un tubérculo con forma de antorcha) y otras frutas. Hay feligreses en la iglesia.

Tras la compra salimos y navegamos por dentro del lagoon, hacia el barlovento de la isla . Pasamos por el motu Mute donde está el aeropuerto, Teveiroa, Ome son todos motus repletos de palmeras con playas de arena blanquísima bañadas de esmeralda. Hoy el cielo está despejado, nuestro amigo el viejo guerrero maorí se ha quedado sin sombrero. El paso por el lagoon está balizado como en todos los lagoon de la societè, las balizas rojas están pegadas a tierra, las verdes hacia el lagoon. El sistema para entrar y salir de los lagoon es igual que en Europa.

Polinesia

Hospitalidad Polinesia

Isla de Bora

Lagoon Bora Bora

Aquí hay poco fondo, llega un momento en que hay que tomar la enfilación con 3 cocoteros para no tocar fondo. Navegamos por una pista de papel de plata. Hacemos snorckel en el lagoon, en frente de un hotel de los que se ven en las postales, cabañas de madera con techo de paja que se levantan sobre el mar donde amorosos honeymooners contemplan la puesta de sol.

En frente hay varias islitas con palmeras y arena blanca. La luz enciende los colores de esta tierra, el esmeralda, el turquesa, al fondo el Pacífico ruge azul oscuro y estrella olas blancas contra el arrecife de coral.

Nadamos en un bosque de corales, es de los mejores que nunca he visto, miles de formas y colores, arboles y flores del mar, blancos, lilas, amarillos, verdes, peces ballesta, globo, mariposas, almejas gigantes con la carne verde brillante que se cierran al acercarnos, trompetas y dos rémoras solitarias. No vemos las típicas mantas enormes pero sí alguna raya pequeña.  Llegamos a la playa de coral y arena, el lagoon se adentra entre los islotes, cerca del arrecife forma profundas pozas repletas de peces. El agua está muy caliente, el sol abrasa. En el horizonte el Pacífico no parece hacerle hoy justicia a su nombre, hay muchas olas, contrasta con la calma del lagoon. En la arena miles de caracolas móviles cada una con su ermitaño se esconden al vernos.

Una ducha en la popa del catamaran  mientras el chef prepara la cena, pollo con patatas al horno y ensalada. Hay mucho viento y ha comenzado a llover.

 

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