Alquiler de barcos en Brasil.

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La llegada

Llegamos a Río de Janeiro el día del diluvio universal. Nos recoge César en el aeropuerto y nos lleva hasta el lugar donde iniciaremos nuestro recorrido, la marina de Angra Dos Reis, no muy bonita por los astilleros que tiene.En ella se encuentra la base de alquiler de veleros y catamaranes en Brasil con la que Aproache tarbaja desde hace años. Angra fue fundada en 1502 , dos años después del descubrimiento de Brasil y es el punto de partida del mayor archipiélago brasileño, con unas 365 islas y 2.000 playas. Nos encontramos en la región SE del país que comprende las ciudades de Río, Sao Paolo, Minas Gerais y Espíritu Santo.

Angra está a unos 150 Km de Río y tiene 90.000 habitantes. Antaño fue puerto de embarque de café.

Llueve pero salimos navegando en nuestro velero  hacia Ilha Grande, fondeamos en una coqueta bahía al abrigo del viento, la marea está bajando y vamos a tierra de paseo, este lugar se llama Saco do Céu y es un sitio perfecto para refugiarse en caso de mal tiempo ya que este muy protegido de todo los vientos y el fondo es de fango,  hay varios veleros mas en esta cala y tambien 2 preciosos catamaranes uno de ellos se puede chartear , alquilar aqui en Brasil o rentar como dicen por aqui.  Selva, montañas, olorosos hibiscus,manglares y un delicioso aroma a tierra mojada. Es una zona de pescadores, repleta de barcas de colores y aparejos de pesca. Se ven casas muy humildes, es sábado y los feligreses van al oficio religioso en la Iglesia Evangélica, al pasar por delante nos saludan y nos invitan a unirnos a la ceremonia.

Cenamos en el restaurante Coqueiro Verde, nos recibe la dueña que en el portugués meloso y cantarín de aquí nos recita la carta. Mientras nos traen la cena tomamos una refrescante caipirinha . Cenamos polvo no azeite e alho (pulpo), casquinha de siri (caparazones de cangrejo) y moqueca de camarào (caldereta de camarones) acompañada de farofa (harina) y arroz. De postre, cafezinho, os lo ofrecerán siempre es un símbolo de hospitalidad y su tradición más arraigada.

 

 

Isla Macaco y Abrao

El día nos compensa por la lluvia de ayer, luce un sol espléndido y la selva brilla verde mostrando toda su belleza y poderío.El agua no es transparente, es verde ,verde-amazonas.

Los pescadores no han salido a faenar, hoy es su día libre.

Zarpamos hacia la isla Macaco donde habitan unos pequeños monos, por el camino hago un intento de pesca con curri sin éxito.

Fondeamos en una cala solitaria rodeada de montañas, cerca de la orilla, entre las palmeras asoma una iglesia blanca de estilo colonial. Sólo vemos un barco fondeado, es una escuna (una especie de goleta turca como las que se alquilan en el mediterraneo) pintada de verde chillón con tiras amarillas, se dedican al transporte de turistas. Bajamos a tierra ,cerca de la playa veo una enormes estrellas de mar rojas. Paseamos por un sendero que asciende abriéndose paso entre el bosque tropical, a Joaquín le cae algo líquido en una brazo, levanta la vista y… allí está ! Un pequeño mono gris y negro con una larga cola nos mira asustado desde la rama de un árbol. Brinca hacia otra rama y al cabo de un rato desaparece entre la maleza.

Concluída la operación mono salimos a hacer snorkel al otro lado de la isla. Vemos una tortuga nadando, comienzan a llegar escunas cargadas de bañistas, es domingo y los brasileños aprovechan para pasar el día en las numerosas playas de la zona. Nos damos una baño corto porque el agua está bastante fresquita.

Salimos al mediodía, sacamos las velas y navegamos surcando islas e  islotes en dirección SE hasta llegar a la Enseada das Palmas, otra maravillosa y solitaria cala bañada por esta agua verde-amazonas y rodeada de lujuriosa vegetación, desde allí sale un camino que cruza la isla (paseando son unos veinte minutos) y desemboca en la maravillosa playa de Lopes Mendes, enorme y de arena blanquísima. Hay algunos barcos de pesca fondeados cerca de la playa y se atisba alguna casa entre los árboles. El viento ha arreciado, el cielo se ha cubierto de nubes durante la travesía pero ahora comienza otra vez a lucir el sol (que abrasa, por cierto).

Por la tarde zarpamos rumbo NO, hacia Abrao, la capital de Isla Grande. La travesía transcurre tranquila entre la costa y una  multitud de islitas que salpican el recorrido. La vegetación es abrumadora, apenas se ven claros hasta el nivel del mar.Es un gigantesco pulmón verde, un paraíso salvaje. Sopla viento, por suerte el sol se oculta a ratos entre las nubes. Fondeamos en el pequeño puerto de Abrao, toda la flota pesquera está amarrada, hay mucho movimiento en las calles, las terrazas al aire libre están muy concurridas, en ellas los lugareños platican mientras beben itapaua, “ a pura cerveja de Petrópolis”.

Hay bastantes tiendas de artesanía y souvenirs a precios muy razonables. El pueblo es pequeño, con un paseo principal empedrado del que salen muchas callejuelas de arena, se ven casas algunas muy coquetas, de madera oscura o recién pintadas de albero, rojo, azul o verde. La vegetación se funde con el entorno, ficus gigantescos, palmeras, eucaliptus, mangos y multitud de aves: martines pescadores, garzas, gaviotas y otras especies cuyo nombre ignoro.

Pasamos por delante de un colegio, por la estación de bomberos, por un campo de fútbol de hierba donde se disputa un partido…

Ya es hora de cenar. La cosa no está fácil ya que los camareros salen a ofrecernos sus viandas a la calle y nos cuentan que el restaurante de en frente es mucho peor y más caro… aunque finalmente nos decidimos por el de en frente. Y no nos equivocamos. Cenamos en la Pousada Mar da tranquilidade Corsàrio Negro, polvo a vinagreta, ensalada mixta y churrasqueira de frutos de mar. Delicioso, por algo les dieron en 2002 un premio de cocina en Madrid, nos lo cuenta la dueña mientras nos tomamos con ella unos cafezinhos y una caipirinha, que invita la casa. De paso nos da la dirección de un amigo en Paraty que tiene un restaurante.

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