UNA GOLETA EN Turquia
Navegando por las costas de Bodrum.
Siempre se siente un extraño dolor cuando uno se pone los zapatos por primera vez después de unos días de travesía en alta mar. La sensación de libertad que proporciona un barco, y el viento que empuja sus velas no son amigas ni de zapatos ni de etiquetas. Por eso, la primera vez que se pisa un puerto de nuevo y uno se ve en la obligación de volver a callejear y a cumplir con los rituales de la sociedad se siente un poco de pena. Atrás quedan las siestas en una bancada frente al timón exterior, las largas jornadas con un sol que puede resultar esclavizador y esa sensación de no tener que medir el tiempo.
Por eso, el regreso a Bodrum está cargado de emociones. A pesar de lo nublado del día, el castillo aparece como un foco de luz y emociones. Sus paredes acumulan un largo listado de eventos dramáticos. La construcción por parte de los Caballeros de la Orden de San Juan, la toma por parte de las tropas de Suleyman, campo de batalla en la primera guerra mundial y ocupado por los italianos en la postguerra de la segunda guerra mundial. Aquí, la historia ha dejado protagonismo para todos.
Así se entiende, porque Bodrum, también conocida como Halicarnaso, tiene ese aire internacional. Su bazar por desgracia se ha convertido en un santuario de las falsificaciones y muchos objetos de dudoso gusto. Una ciudad que ha vivido mirando al mar para lo bueno y para lo malo. Frente a la pequeña mezquita y al castillo se colocan casi un millar de barcos. Por encima de los grandes yates que los magnates turcos, ingleses o rusos aparecen las grandes goletas que se han transformado en el gran reclamo del turismo de la zona.
Casi un centenar de esas goletas suministran los servicios que los turistas requieren. Por supuesto que hay de todos los niveles y calidades. Desde los grandes barcos que agolpan a decenas de turistas sobre sus cubiertas para un excursión de un día hasta algunos de los más lujosos barcos que se pueden “chartear” en el Mediterráneo.
Con esta extraña simbiosis entre la tradición y la modernidad que encontramos en muchas cosas de Turquia, las goletas se han convertido en una forma diferente de conocer el sur de este país. Aquí los mapas saben poco de fronteras, porque las líneas parecen haber sido diseñadas por el capricho divino.
La elección ha sido acertada. Xenos III es una fantástica goleta de recreo de 125 toneladas, con dos mástiles de 26 y 28 metros. A pesar de ser tan pesada, impacta su estilizada silueta. Nedim, el capitán, recuerda un poco a las caricaturas de Poseidón. Carmen no se corta un pelo y le llama moneda. Cuando habla nunca le faltan historias. Su memoria es un banco de recuerdos. Su pasado habla de cuando se ganaba la vida recogiendo esponjas, cuando transportaba mercancías por toda la costa y de sus primeros contactos con los turistas.
Para él no existen las fronteras. El mar de Grecia es también su mar y las aguas territoriales no son nada más que un mal necesario para poder sobrevivir. El único problema son sus vecinos Iran, Irak, Grecia y Libano. Curiosamente, ahora Turquía se siente la verdadera heredera de gran parte de la cultura clásica.
La primera vez que echamos el ancla se entiende la placidez del Mediterráneo. Pinos que llegan hasta la orilla. El refugio se llama Cati Bay y sólo una estilizada chimenea de una afortunada casa rompe la azulosa línea del horizonte. Después de un rico almuerzo con berenjenas asadas, deliciosos tomates y diez tipos distintos de aceitunas las cosas se ven de otra manera. Pocas veces la sencillez es tan sabrosa. Un guiso de pulpo y pescado en delicada vajilla inglesa nos pone el toque de sofisticación.
La siesta es tremenda. Casi dos horas en el camarote. Una siesta tan profunda que hasta casi se puede disfrutar de los propios ronquidos. Cuando me despierto, lo único que me pide el cuerpo es un baño en unas aguas tan verdes y cristalinas, que resultan insultantes. Transparentes, calmadas y sumamente placenteras. Nadar lo justo para cansarte y seguir el ritmo de abandono y dejadez.
Una zona conocida como “7 Islas” es el refugio de varios barcos. Los más atrevidos son unos suizos que nos cuentan como llevan tres años navegando por la zona. Baño, paseo en kayak y la sensación plena de abandono. Pequeños barcos de pescadores se acercan a vendernos sus pulpos. Después de llegar al acuerdo, se establece el obligado intercambio de tragos de Raki. Una especie de anís, que se disuelve con el hielo…. Por supuesto, la línea más tradicional apuesta por la cerveza.
Trabajando en el barco.
Como tripulación tenemos poco que hacer. Cambiar el velamen y vigilar el “genova”. Hasta el más novato puede llevar el timón. Poco viento, y una velocidad de dos o tres nudos que nos permite nadar junto al barco separados unos metros por estribor… A pesar de la tranquilidad, preferimos navegar a vela, sin usar el motor.
Una parada obligada es la Isla de Cleopatra. Lo primero, que sorprende es la pequeñita playa que encontramos en la isla. Dicen que la reina egipcia mandó traer arena desde Egipto para poder bañarse en estas aguas. La isla guarda las ruinas de un anfiteatro para 2.000 personas, las ruinas del templo de Apolo y las piedras de formas y formaciones una ciudad fortificada. Sillares de piedra, grosores de más de un metro de ancho y la fortaleza de unas construcciones poderosas. Por la tarde, se enfila rumbo hacia Bristish Harbour. Es una pequeña bahía, que tuvo mucha importancia en la segunda guerra mundial porque los ingleses y los alemanes lo utilizaban para esconder los submarinos. En las orillas los árboles cubren la costa…
Parece haber llegado la hora de visitar algunos de los pequeños pueblos que cuelgan de las montañas. Una buena opción puede ser el pueblo de Coketme. Una decena de barcos atracados en el muelle de un restaurante llamado Ibrhaim, nos recuerdan el potencial turístico de la zona.
Un camino, tres vacas y dos pequeñas motocicletas para adentrarnos en las montañas. La construcción de nuevas casas y la transformación de los pueblos refleja el vivir cotidiano en Turquia. Es como la España rural de los años sesenta. Pueblos sin asfaltar, mujeres que cocinan con leña, sartenes negras y ese ambiente rural donde a la vaca se le cuida como si fuera de la familia.
La excursión es a Bozalan, pueblo famoso por sus alfombras. La gente es sumamente abierta. Aunque nos enseñan como se hacen las alfombras en ningún momento tienes la sensación de que están intentando venderte algo. Un pequeño cementerio protegido por un huerto de olivos, la silueta de los pinos para visualizar el mar y detrás las montañas del otro lado del golfo de Bodrum.
COMO LLEGAR
Este tipo de viaje lo organizan agencias muy especializadas. En España lo mejor es contactar con Aproache Tlf: 915 913 452 / 932 250 266 www.aproache.com, que chartean barcos a cualquier lugar del mundo y son los representantes para España de Sunsail, la mayorista más importante de charteos de barcos en el mundo…
Iberia www.iberia.com ofrece vuelos directos desde las principales ciudades españolas a Estambul. En Estambul debemos coger un vuelo interno con Turkish Airlines www.thy.com para llegar hasta la ciudad de Bodrum.
DONDE DORMIR
La mayoría del viaje se realiza a bordo de la goleta, pero aquí tienes unas opciones en Estambul y Bodrum
– Kempinski Hotel Ciragan Palace Istanbul. www.ciragan.com. Estambul. Tlf: +90 212 326 4646. Una de las mejores opciones de la ciudad. Lujo, glamour y unas vistas sobre el Bósforo difíciles de olvidar. Dispone de 282 habitaciones y 31 suites. Lo peor es poderse permitir es lujo.
– Divan Bodrum Palmira. www.divan.com.tr Tlf: +90 252 377 5952. Bodrum. Moderno y con unas instalaciones perfectas para disfrutar de unos días de relajación. Dispone de 60 habitaciones.
DONDE COMER
La comida turca sigue la dieta Mediterránea: aceite de oliva, verduras, frutas, carnes y pescados, quesos, yogur, fiambres, pan y vinos de muy buena calidad. La comida que se ofrece a bordo de la goleta es excepcional, por lo que es recomendable contratar la pensión completa, con un coste de aproximadamente 27 € por persona y día, incluyendo desayuno, aperitivo, comida y cena.
DATOS ÚTILES
Pasaporte o DNI en vigor, con validez mínima de 3 meses y visado de entrada en Turquía a tramitar en el aeropuerto a la llegada del país.
Turco. En muchos restaurantes o establecimientos turísticos se habla inglés, alemán y otros idiomas, incluso el castellano.
Lira turca
La mejor época para realizar este viaje es desde abril, con una temperatura media de 20 grados y 10 horas de sol por día, pasando por julio con una temperatura de 30 grados y 15 horas de sol, hasta octubre, con 25 grados y 10 horas de sol.
Más información
Oficina de Turismo de Turquía. www.turismodeturquia.com. Pz de España, 18. Torre de Madrid. Pl. 13 – 3. Tlf: 91 559 70 14. turquia@telefonica.net
C/ Antonio Flores 1 28004 Madrid
+34 91 591 34 52
C/ Calabria 160 08015 Barcelona
+34 93 225 02 66
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